Una breve reseña sobre el libro: “Mercado de Getsemaní: recuerdos de una tragedia imborrable…” (07/11/2’025)
Una breve reseña sobre el libro: “Mercado de Getsemaní: recuerdos de una tragedia imborrable…” (07/11/2’025)
He escuchado historias sobre esta tragedia. Y una de las que me ha llamado la atención es la de mi vecino el señor Julio Benítez-Ávila, que para el 30 de octubre de 1’965 podría estar en los 16 años de edad. Él me cuenta que desde La Loma del Diamante se escuchó la explosión y que desde su altura podían observarse las llamaradas del incendio, y el sonido como los de fuegos pirotécnicos. También me ha contado su versión que puede ir en concordancia con lo que en el libro se lee. Sin embargo, siempre quise ahondar más en el tema, y por eso este trabajo del señor Periodista y amigo Luis Tarrá-Gallego me es de suma importancia. Había que hacerlo, porque este tema marcó a Cartagena (Bolívar) de alguna u otra manera. Ya que las ideas sobre el mismo no debían estar del todo sueltas y había que recopilarlas y plasmarlas, y que sin lugar a dudas se podrán ampliar en una segunda edición, y que para mí esta primera es el comienzo de un hecho histórico que hoy el autor hace o trae al presente, y puede que incomode a algunos, o que seduzca y aumente la curiosidad de aquellos que la desconocen completamente, o de aquellos a quienes medio la conocíamos.
En ese momento quisieron vender la idea de un acto terrorista y como sospechosos capturaron a miembros del partido Comunista de la ciudad. Quizá un intento de satanizar estos ideales ante la opinión pública, y crear en ella la sensación de desprestigio y desprecio, no obstante, esta artimaña en mi opinión personal con mala intención de los enemigos más que contradictores de dicho partido, no lograron su cometido, y se demostró que el partido Comunista a nivel local nada tenía que ver con esta catástrofe. Aunque sí pudo haber sido un acto terrorista, pero, de otra mente siniestra. Sin embargo, la búsqueda de culpables siguió en pie, como hasta hoy todavía se intenta esclarecer el suceso. El asunto es que la dinamita y la pólvora que ahí se vendía no se iba a prender sola, solamente una mano nefasta o imprudente pudo haberlo hecho. Alguien con una llama encendida, porque ni para decir que con un chispa se podría accionar, quizá la pólvora que si estaba aislada de la dinamita se hubiera incendiado solamente ella. No fue un animal, fue un ser humano. Es de lógica que alguien quiso ver el rancho ardiendo o, pudo haber sido un necio del negocio, o un enemigo del mismo que no pensó en la envergadura y que se llevaría a mucha más gente, eso es lo que yo pienso. Para mí eso no fue algo accidental, fue algo premeditado, porque si fue un necio murió ahí mismo en su inocente locura de jugar con candela, y si fue un enemigo, las palabras sobran.
He leído versiones en el libro que intentan justificar o, buscar culpables por otro lado o culpar a quienes vendían este tipo de producto ilegal o de que ahí no se vendía dinamita y que fue una casualidad que alguien dejó guardada ahí la dinamita. Bueno, cada quien defenderá su postura y sus intereses, o el intento para que no se marchite su imagen o nombre, es normal. Para mí la culpa de esto la tiene la autoridad del momento, es la autoridad del momento la culpable, es decir, desde el presidente de La República de Colombia Guillermo León Valencia; hasta el gobernador de Bolívar y el alcalde de Cartagena; como los diputados y los concejales; ¿por qué? Porque, para nadie es un secreto según otras versiones que la venta de dinamita se daba en el mercado de Getsemaní, el pueblo entero lo sabía, y si el pueblo lo sabía, tenía que tenerlo más claro la autoridad la cual fue permisiva y dejó que esto se siguiera vendiendo, aunque de vez en cuando daba resultados pero capturando a quienes la compraban y que seguramente la revendían, más no a los propios que la hacían traer de fuera. ¿Cómo no iba a saberlo el Presidente del momento si en ese momento Colombia tenía aún aire de aldea? ¿Cómo no iba a saberlo el gobernador y el alcalde y los diputados y los concejales? Y si ellos lo sabían tenían también que tenerlo claro en Bogotá. No obstante, aquí el lavadero de manos como Poncio Pilatos fue grande.
Seguramente se advirtió no vender estos productos, porque eran de alta peligrosidad. Por eso no se descarta la posibilidad de que algún pirómano para demostrar su tesis prendiera la chispa, aunque, la mano se le fue, porque murieron más de sesenta personas según algunas versiones, y también se fue perdiendo de alguna manera la preciosa arquitectura del Mercado que en vez de crear una “moderna” debieron restaurar la vieja. Todo cabe dentro de las probabilidades. Y, luego de esto, las fiestas de noviembre quisieron ser frenadas, a lo que se opusieron algunos políticos diciendo que las fiestas debían hacerse, pienso yo porque ya los gremios del momento habían invertido mucho dinero también y utilizaron sus voces dentro de la Institucionalidad para presionar al alcalde de turno. Todo esto creó un debate, en especial en el Concejo de la ciudad que no tuvieron conmiseración con el suceso, algo que me parece maquiavélico y despiadado. Tal cual como ocurre hoy día, después de tanto derramamiento de sangre por sicariatos que nacen del resultado de toda una desigualdad, el alcalde se gasta miles y miles de millones de pesos en una fiesta mientras gran parte de la población de los barrios populares sufre y pasa hambre y se mete en negocios ilícitos para sobrevivir y mueren muchos en eso, quizá la respuesta del individualismo que evade y justifica su responsabilidad será: “ellos se lo buscan.”
Me ha agradado esta información porque no estaba a la mano, ojalá el autor que reivindica a las víctimas indague más u otros se esmeren por también escribir sobre el tema, porque nos sirve de mucho, y una sola persona no puede con todo. Quizá podamos escribir una novela histórica sobre el asunto, porque la temática es fuerte y penetrante, inspiradora; y el toque interesante que le da más vida a esta historia son los inmigrantes del momento que se radicaron aquí en la ciudad, de una realidad que parece ficción, y que le da más fuerza a la metáfora. Y recuerden que cuando uno lee un libro, o un periódico, o una revista, o un artículo, o hasta una frase profunda, uno no vuelve a ser el mismo, lo digo por experiencia, porque la experiencia no se improvisa.
Por José Antonio Támara-León.
El Escribidor de La Loma del Diamante.
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