Lectura sobre “Sábanas de papel” de Yina Osorio Anaya… (07/08/2’025)

Lectura sobre “Sábanas de papel” de Yina Osorio Anaya… (07/08/2’025)

Su poema es un poema sensual, seductor, que incita a hacer el amor. Metido entre sábanas o fuera de ellas. Con un poema Yina logra hacerle a uno un orgasmo mental, y no una vez, sino que varias veces, durante todo el día y toda la noche, por eso vale la pena releerlo para volver a sentir esa sensación cerebral una y otra vez, le hace a uno imaginar cosas que estremecen. Eso me recuerda, o me hace repensar, cuando con ilustres amigos uno conversa sobre las relaciones sexuales de una manera sana y trascendental, y se habla de calentar el oído con la palabra, con el verbo, porque es verdad, el poder de la palabra es ése, como cuando se está preparando una cena, como cuando se prepara el vino, como cuando se bebe un aperitivo, o un abre boca, no puede evitar uno que la sangre le hierva y que el corazón se le agite. Son poemas que lo llevan a uno a desear. Es un verbo poderoso, benévolo, que lo lleva a sentir a uno lo justo. Por eso, cuando alguien cocina con amor, el resultado es sabroso, delicioso, y la digestión es bendita, se aprovecha el alimento, se segrega, se asimila, y por eso uno quiere repetir. Es una palabra que se hace más fuerte cuando se escribe con sinceridad y se expresa el corazón, es un poema que clama, que se queja con ardor, que gime con pasión.

En otros poemas protesta, una protesta que exige el respeto por el valor que merece la mujer. Cree en lo Divino, en lo que está más allá de nuestra imaginación. Es Yina una mujer enamorada en su poema. Quizá lo que escribe sean experiencias en esta dimensión o en otras, es decir, en este plano, o en otros astrales en algún momento de elucubraciones, otras realidades poco comunes a la normal y común nuestra. Quizá lo vive, quizá se lo imagina y lo siente real, porque es otra realidad que se vive con el espíritu. Espera que por fin, esa persona que tanto anhela llegue o aparezca en su habitación, como aparecían antes los dioses y se hacían el amor con las hijas de los hombres, porque de tanto observarlas desde los cielos, llegaba el momento en que no aguantaban más las ganas de su amor, porque ya no bastaba contemplarlas y ellas sin saber que existían podían sentirse vigiladas por un admirador profundo, entonces bajaban, saciaban las ganas de manera mutua en una pasión sofocante, que quema, porque pone a hervir el elixir de la vida y de la existencia que todos llevamos dentro y, así llegaron a nacer y a existir después los semidioses en la Tierra.

Por TÁMARA-LEÓN.

El Escribidor de La Loma del Diamante.