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21/06/2’025…

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Este librito me lo vendió ayer Martín Salas Ávila. Titulado: “Punto de cocá,” una manera de decir cocada. Quizá quiere darle un poco de realce al título agregando: “Trilogía para un renglón.” Tiene unas 44 páginas incluyendo las que están en blanco y lo he terminado de leer en un dos por tres, porque es breve. En verdad no encontré concordancia con el título que suena como cuando uno habla del señor de los anillos. Pienso que Martín Salas en sus más de 40 años que lleva dirigiendo el taller “Siembra” no ha logrado encontrarse. No noto fluidez ni congruencia. En algunos momentos hay un breve relato que intenta emular a Gabriel García Márquez que solamente el autor puede entender porque es quien lo ha vivido, y que no debe confundirse con un poema. Uno tiene que ser uno mismo y no intentar imitar a nadie, menos al Gabo que está sobrevalorado. En sus poemas cita algunos grandes poetas como para darle relevancia a lo que está escribiendo. Martín Salas hace un esfuerzo por encontrar la excelencia, pero está muy lejos de ella, porque la excelencia no requiere de esfuerzos, simplemente resulta, ni siquiera se piensa en encontrarla, ella fluye de manera espontánea, porque cuando se tiene claro lo que se quiere decir no es necesario abusar de metáforas mal hechas. Por ejemplo “el sonido de la brisa en el viento”, es que la brisa ya es el viento, es como decir, el sonido del viento en el viento, o el sonido de la brisa en la brisa, ya hay una especie de redundancia cuando se intentan adornar los versos utilizando palabras como parafernalias. Quizá Martín intenta hacer una metáfora como cuando uno dice “la negra noche.” Y es lo que trata de hacer en todo el librito sin poder lograrlo. Entonces en algunas partes trata de ser sucinto, pero se hace rebuscado el verso y no conduce a ninguna coherencia. Quizá en la página 37 y 38 logra fluir, sin embargo, no es suficiente, no se debe escribir con soberbia. No creo que la poesía deba ser perogrulla, de eso estoy seguro. En otra parte elogia la lectura y dice “que los autores mienten con la verdad”, otro intento de figurar con un lenguaje confuso y de filosofastro que tiende a poetastro, porque esto es una contradicción al exponer que ama la lectura, y después decir que esos autores mienten con la verdad, ¿cómo se puede mentir con la verdad? ¿O es acaso una mentira la verdad? ¿No ilumina acaso la verdad? ¿No nos hace libres la verdad o el conocimiento y la sabiduría? Pienso que con esta frase rebuscada intenta ostentar sapiencia o presumir o lucirse con los lectores para hacer creer que es una lumbrera. Finalizando ya tiene un texto que yo ya había leído, titulado: “La Trompeta.” Aquí pretende hacer alegorías sobre la Trompeta, cuando lo leí por primera vez, pensé que se trataba de la Trompeta de un elefante, también me imaginé la que hacen las nubes cuando beben agua para la lluvia. Sin embargo, Martín con la Trompeta quiere encontrar cualidades en ella, por eso dice que se parece a una curva, a un río, a un pueblo, dice que está en otros lugares como en una barca, o en un ritmo y se extiende, porque no logra definir bien lo que para él es la Trompeta, por eso la compara, porque no logra concretar la idea, y tiene cuatro páginas, a lo que él llama prosa. Cuando uno escribe uno puede hacer hasta un poema de 100 páginas si quiere, el asunto es que cada verso o conjugaciones no deben ser en vanos, deben ser sólidas, no deben estar por estar, no deben ser simples naderías, deben tener sentido, un verdadero objetivo que ayude a cultivar el pensamiento de los lectores, porque es esa la misión. No obstante, la belleza que pretende plasmar Martín con las palabras no llega a existir, aunque uno sabe que lo intenta, y quizá pensará que eludiendo algunas preposiciones u otras herramientas de la gramática podrá ser sucinto, cosa que no es así, porque evadir estas herramientas a veces resulta uno amputando los versos. La concreción está en el pensamiento, y luego uno lo plasma, por eso uno debe tener clara la idea, para cuando la quiera transmitir, la entienda de manera correcta hasta el menos ilustrado. También habla sobre el “silencio de los pájaros.” Los pájaros siempre cantan, y cuando dejan de cantar es porque murieron, o no tienen nada que decir. Como cuando uno no tiene nada que decir, entonces dice cualquier cosa y posa de poeta.

Atentamente, El Escribidor de La Loma del Diamante.

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