Ir al contenido

¿Se trata de una democratización de la política o de una profesionalización de la mediocridad?

La izquierda frente al espejo: cuando la lealtad militante sustituye a la capacidad de gobierno

En los últimos años, un fenómeno inquietante se ha instalado en sectores de la izquierda latinoamericana: la normalización de la incompetencia técnica bajo el argumento de la pureza militante. Mientras la derecha históricamente ha colocado en cargos clave a figuras sin méritos académicos pero con capital económico o familiar (los Macri, Bolsonaro o los hijos de la oligarquía), ciertos sectores progresistas replican el mismo patrón, pero con una peligrosa diferencia: carecen de las redes de protección que el poder económico brinda a sus adversarios.

El problema no es la falta de títulos universitarios – muchos revolucionarios históricos carecían de ellos – sino la ausencia de una formación política mínima que permita navegar las complejidades del Estado, la economía y la legislación. Cuando un militante llega a un cargo público sin herramientas para ejercerlo, no está demostrando que "el pueblo puede gobernar", sino confirmando el prejuicio conservador de que los sectores populares no están preparados para administrar lo común.

La paradoja de la lealtad sin resultados

Existe un consenso tácito en algunas organizaciones: los años de militancia o la fidelidad a la dirección son suficientes para acceder a puestos de responsabilidad. Este criterio, aparentemente igualitario, esconde un mecanismo perverso:

1. Desprofesionalización de la política transformadora: Se confunde el compromiso ideológico con la capacidad de gestión. Un dirigente sindical puede ser brillante en la lucha callejera pero incompetente en negociaciones presupuestarias.

2. Erosión de la credibilidad popular: Cada error de un funcionario improvisado alimenta el relato de que "la izquierda no sabe administrar". La derecha comete errores por mala fe; nosotros, por falta de preparación.

3. Desincentivo al estudio: Si el ascenso político depende más de redes internas que de competencias, ¿para qué invertir años en formación teórica o técnica?

Los riesgos del anti-intelectualismo revolucionario

Algunos círculos han convertido el rechazo a la academia en un fetiche, como si estudiar economía o derecho fuera "burgués". Esta postura ignora que Marx pasó días en la Biblioteca Británica, que Gramsci analizó a fondo la cultura italiana, o que Mariátegui combinó marxismo con sociología. La derecha no duda en usar expertos cuando le conviene; nosotros, en cambio, a veces glorificamos la ignorancia como si fuera virtud.

El resultado es previsible: legisladores que no redactan iniciativas viables, funcionarios que no entienden los mecanismos del Estado, y finalmente, políticas públicas que fracasan no por falta de voluntad, sino por falta de rigor.

Hacia una izquierda capaz de gobernar

Tres ejes podrían corregir esta deriva:

1. Formación obligatoria: Escuelas políticas que enseñen no solo teoría revolucionaria, sino también gestión pública, economía aplicada y técnica legislativa.

2. Evaluación por desempeño: Un militante debe ser juzgado por lo que logra, no solo por su historial de movilizaciones. Si un cargo público no rinde cuentas claras, debe haber mecanismos de revocatoria.

3. Alianzas estratégicas: Incorporar a técnicos y académicos comprometidos sin caer en el tecnicismo despolitizado. Como demostró Salvador Allende, es posible combinar conocimiento especializado con proyecto popular.

Reflexión final

La izquierda no puede darse el lujo de ser solo contestataria. Si aspira a transformar la sociedad, debe demostrar que puede administrar lo existente mejor que la derecha. Esto exige cuadros formados, estrategias serias y, sobre todo, la humildad de reconocer que la revolución no se hace solo con consignas, sino con estudio, planificación y autocrítica. Como advirtió el Che Guevara: "El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor, pero también por una cabeza fría que calcule bien".

El capitalismo seguirá colocando ineptos en el poder porque su objetivo es mantener privilegios, no resolver problemas. Nuestra tarea es más difícil: gobernar para cambiar todo, y eso requiere preparación, no solo buena voluntad.

0 Comentarios

Comentarios recomendados

No hay comentarios para mostrar.

Visitante
Añade un comentario...