¡¡¡Ay Dios mío!!! ¡Qué sería de la tierra sin árboles para dar sombra! ¡Qué sería del ser humano sin agua! ¡Qué fuera del mundo sin brisas que refresquen el alma! ¡Ay Dios mío! No quiero imaginarlo. Porque el Sol radiante que golpea nuestros cuerpos, atormenta. Produce sed inmensa que hace valorar el agua. Y el calor que nos hace sudar se apacigua bajo la sombra de un árbol cuando la brisa fluye. El Escribidor de La Loma del Diamante...